Pese a que René Descartes es el padre del racionalismo y uno de los precursores de la ciencia matemática actual, no son pocos los que ignoran no solo su nombre sino la importancia de su legado filosófico y científico.
Así que es hora de conocer quién era René Descartes y sus aportaciones a la ciencia y a la filosofía.
Biografía de René Descartes: ¿quién fue?
René Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en una pequeña población francesa llamada La Haye. Hoy en día esa población se llama Descartes, nombre que fue adoptado en honor a su hijo más insigne.
Estudió en un colegio de jesuitas hasta los 18 años, cuando comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de Poitiers. Terminada la carrera con 22 años, se alistó en el ejército hasta los 24.
Los 8 años siguientes los dedicó a viajar por Europa, contactando con diversos intelectuales y comenzando a cultivar teorías físicas, matemáticas y filosóficas.
Con 32 años se estableció en los Países Bajos, dedicándose desde entonces al estudio de la geometría, la óptica, la lógica y la filosofía.
Su herencia intelectual fue decisiva en el devenir de la filosofía y la ciencia. No fue más amplia porque falleció en Estocolmo el 11 de febrero de 1650, cuando solo contaba 53 años.
Existe cierta controversia acerca de las causas de su muerte, oficialmente atribuida a una neumonía.
Lo cierto es que los investigadores actuales opinan que los síntomas presentados no corresponden a los de una neumonía, sino a los de un envenenamiento realizado con arsénico. Más adelante hablaremos de esto.
Aportaciones de René Descartes
Describir someramente todas las aportaciones científicas y filosóficas de Descartes es materia suficiente como para escribir un voluminoso libro.
Así que tendremos que conformarnos con resumir algunos de sus aportes más valiosos.
El racionalismo de Descartes
Descartes sentó las bases para el racionalismo moderno, contrario al clásico empirismo de la escuela filosófica inglesa de la época. Como habrá muchos a los que esto les suene a arameo, vamos a explicarlo.
En aquella época, la corriente filosófica dominante afirmaba que la verdad se adquiría a través de las impresiones de los sentidos y de las pruebas tangibles. A esta corriente se la denominaba empirismo.
Descartes no estaba de acuerdo. Argumentaba que nuestros sentidos y las pruebas no son siempre fiables: enfermos y locos pueden tener alucinaciones y cualquier persona puede ser engañada por su vista, tacto, oído u olfato. Igualmente, los instrumentos de medida pueden ser limitados o imperfectos.
Por tanto, según Descartes, el conocimiento de la verdad debe adquirirse a través de la razón. Esto es a lo que denominamos racionalismo.
Un ejemplo de racionalismo es esta famosa afirmación en latín de Descartes: “Cogito ergo sum“, que significa literalmente “pienso, luego existo“.
El método deductivo de René Descartes y las matemáticas
En 1637, Descartes publicó su Discurso del método para conducir bien la propia razón y buscar la verdad en las Ciencias, un compendio de varios volúmenes.
Es allí donde Descartes establece los principios del denominado método deductivo: se trata de llegar a conclusiones ciertas, deducidas de otros hechos o conclusiones de las que ya está probada su certeza. La aplicación del método deductivo es indispensable en todas las ciencias modernas y, muy especialmente, en las matemáticas.
Además, en ese compendio, abreviadamente llamado Discurso del método, también se encuentran las bases del álgebra lineal actual.
De hecho, Descartes explica las técnicas para representar las líneas mediante expresiones algebraicas. Hasta entonces, la única alternativa eran los dibujos a tamaño real o a escala, realizados con reglas y compases.
No es por casualidad que el sistema y las coordenadas cartesianas se denominen de esa manera. Aunque quizá hubiera sido más propio denominarlos sistema descartesiano y coordenadas descartesianas.
La religión y Descartes
Descartes, aunque católico, era partidario de las teorías del cosmos de Copérnico y Galileo. Por si fuera poco, añadió que el Universo había comenzado siendo una especie de sopa caótica de partículas en movimiento, algo que no está muy alejado de las teorías actuales.
Tanto atrevimiento provocó, como era la costumbre, las iras eclesiales y las obras de Descartes se incluyeron en el Índice de Libros Prohibidos de la Iglesia.
Y es que ya lo decía don Quijote: “Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”.
Pero aún hay más, porque al hilo de las investigaciones que sugieren que Descartes realmente murió envenenado, algunos indicios apuntan a que el autor podría haber sido el capellán François Viogué, confesor de Descartes.
Según esa teoría, a tal efecto, el eclesiástico habría bañado en arsénico una oblea con la que Descartes comulgaría posteriormente.
Dos curiosidades acerca de René Descartes
Hemos visto, muy por encima, quién era René Descartes, su biografía y sus aportaciones. Conozcamos un par de curiosidades de su vida y muerte, más allá de los aportes de René Descartes a la geometría analítica o a la filosofía.
¿Por qué prefería vivir escondido?
Descartes cambiaba muy frecuentemente de domicilio y acostumbraba a mantener su dirección en secreto.
Algunos dicen que era una persona celosa de su privacidad, otros que evitaba a su familia y también hay quien afirma que, además de ser científico y filósofo, estaba implicado en actividades ocultas de espionaje.
Otra hipótesis más que explicaría su posible envenenamiento.
El esqueleto viajero y descabezado de Descartes
Descartes fue enterrado en Estocolmo tras su muerte. Dieciséis años después, su cadáver fue trasladado a París.
Durante la Revolución Francesa, sus huesos volvieron a cambiar de sitio y se depositaron dentro de un sarcófago egipcio en el Museo de los Monumentos Franceses.
Décadas más tarde, se descubrió que del esqueleto faltaban la mayor parte de sus huesos, incluido el cráneo. Y poco después, un científico sueco descubrió un anuncio en un periódico en el que se intentaba vender el cráneo de Descartes, siendo este recuperado.
Actualmente, el cráneo está expuesto en el Museo del Hombre de París.
Pese a todo, lo que está muy claro es que, aunque se la hayan separado del cuerpo después de muerto, la cabeza de René Descartes no era una cabeza cualquiera. Por eso su legado filosófico y matemático sigue estando vigente 371 años después de su fallecimiento.