qué han sido las mujeres tradicionalmente en la ciencia

La relación entre ciencia y mujer asimismo almacena una angosta relación con el agua, y sucede que el primer condicionante que podemos encontrar viene preciso por la diferencia entre contar o no con ingreso a agua limpia y saneamiento. Para hallar la incorporación de las mujeres a una educación que les deje decantarse por la ciencia, el ingreso al agua es el primer requisito a fin de que esto se genere, y tristemente, en países desarrollandose, es frecuente que las pequeñas deban dejar la escuela para asistir a una fuente de agua de la que agarrar el recurso para lograr llevarla a casa, al no tener abastecimiento de agua bebible, lo que les termina impidiendo el ingreso a una educación superior, y por consiguiente, el avance en el campo de la ciencia.

Además, el agua fué comúnmente un campo muy masculinizado, en parte por esta poca presencia femenina en carreras científicas y de ingeniería y tecnología tan enlazadas al ámbito. No obstante, en los últimos tiempos se ha producido un desarrollo de la contratación de mujeres técnicas y también ingenieras en las compañías dedicadas al período de agua urbano, si bien de momento, las mujeres son únicamente el 19% de los trabajadores del campo.

Mujeres y ciencia en la sociedad democrática

La situación fué mudando de manera muy palpable a lo largo de la segunda mitad del siglo veinte. El movimiento feminista y el activismo incansable de conjuntos y asociaciones de mujeres fué el primordial motor de esa transformación. En 1984, el Comité Asesor sobre Ciencia y Tecnología para el Avance de ONU inició el software Science and Technology and Women, que introducía la visión de género con relación a las profesiones científicas. En 1995, el conjunto de trabajo solicitado de diseñar el software presentó al Consejo Económico y Popular de ONU una declaración de pretenciones con un programa de acciones transformadoras sobre género, ciencia y tecnología que aprobó la Cuarta Charla Mundial sobre Mujeres y Avance conmemorada en Pekín en 1995. La década de los noventa marcó un punto de cambio en la marginación científica de la mujer.

El Informe Mundial sobre la Ciencia de la UNESCO (1996) incluyó un capítulo sobre «Las dimensiones de género en ciencia y tecnología». Dirigido por S. Harding y Y también. McGregor, establecía un marco conceptual de reflexión y datos estadísticos relativos a la educación formal y no formal, ingreso a la enseñanza universitaria, cargos laborales y participación en la vida profesional. La elaboración de estudios sociológicos sobre la existencia de mujeres en los distintos campos de todo el mundo laboral fué una aproximación muy aclaradora y al tiempo un factor primordial de acompañamiento para la acción popular y política.

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