Macrófagos: definición, cómo se forman y características
Los macrófagos son células del sistema inmune conocidas por su función protagónica en la limpieza del cuerpo. Están especializadas en la fagocitosis, detectando, ingiriendo y destruyendo bacterias y otros organismos que resultan dañinos.
Su nombre proviene del griego y es una composición entre “makros” y “phagen”, que vendría siendo “gran comedor”. De igual manera, forman parte del sistema fagocítico mononuclear, el cual está compuesto por diferentes células denominadas macrófagos.
¿Cómo se forman los macrófagos?
Los macrófagos se forman a partir de los monocitos (un tipo de glóbulo blanco) y estos, a su vez, son células que se originan en la medula ósea provenientes de células pluripotentes.
Estos monocitos permanecen en la medula ósea un tiempo total menor a las 24 horas. Luego de este periodo, pasan a la circulación sanguínea para diferenciarse en diversos tejidos; es decir, son distribuidos por el cuerpo.
De esta manera, cuando se encuentran en su etapa inmadura, se conocen como monocitos. Pero, una vez salen de los capilares sanguíneos, localizándose en los tejidos, se convierten en macrófagos.
Principales características de estas células
La diferenciación entre monocitos y macrófagos es primordial y se evidencia en los cambios que experimentan.
Así, entre sus principales características encontramos que los macrófagos son células de gran dimensión, con un diámetro ubicado entre 25 y 50 micrómetros (μm). Lo que significa un incremento de tamaño de 5 a 10 veces. También cuentan con un núcleo único central y grande.
Además, adquieren la capacidad de fagocitar, convirtiendo en células que pueden hacerlo de manera reiterativa y con avidez, mientras que su supervivencia puede extenderse hasta meses, con presencia de varios de estos.
Al ser observados a través del microscopio electrónico, los macrófagos evidencian un núcleo con cromatina floja, un citoplasma que contiene complejo de Golgi desarrollado, así como una considerable presencia de vesículas pinocíticas, lisosomas y vacuolos.
Otra particular de estas células, es que pueden migrar y transitar por diversidad de tejidos, con el fin de localizar los patógenos o las células muertas presentes para eliminarlas.
De hecho, reciben diferentes nombres de acuerdo al lugar en el que se ubiquen. Esto se debe a que, anteriormente, no se reconocían como una misma clase celular.
Por ejemplo, al ubicarse en los pulmones se conocen como macrófagos alveolares, en el hígado como células de Küpfer, en el tejido conjuntivo y piel se llaman histiocitos, en el tejido óseo como osteoclastos y en el bazo, los ganglios linfáticos y timo como macrófagos.
Funciones de los macrófagos
Aun cuando su función de fagocitar es la referencia al hablar de los macrófagos, sus capacidades incluyen muchas otras tareas. Esto, principalmente, debido a su capacidad de aportar al desarrollo de la respuesta inmunitaria, lo que propicia la producción y secreción de múltiples moléculas que permiten las siguientes y otras funciones:
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Atraer a otras células a la zona donde se produjo la reacción de tipo inflamatoria.
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Regular el funcionamiento de aquellas células involucradas en una respuesta inmunitaria.
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Posibilidad de inducir la producción progresiva de las células implicadas en una respuesta de tipo inmunitaria o inflamatoria.
Sus características también le permiten colaborar con linfocitos T y B. Pudiendo hablar de algunas grandes funciones más específicas:
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Fagocitosis.
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Inflamación.
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Presentación de antígenos.
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Reparación de los tejidos.
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Hemostasia.
Además, son elementos activos en el proceso de involución fisiológica presente en algunos órganos. Como el útero que, luego del parto, experimenta una reducción de su volumen, proceso en el que intervienen los macrófagos.