Fungi u hongos.
Los hongos son un grupo de organismos vivos que pueden compararse con plantas muy atípicas: a diferencia de las plantas, no tienen clorofila.
Además, se diferencian de la mayoría de las plantas en que, para vivir, necesitan sustancias que ya han sido procesadas por otros seres vivos, ya que son incapaces de procesarlas o fabricarlas ellas mismas.
Pueden parecerse a las plantas verdes porque, con algunas excepciones, tienen paredes celulares definidas y, al igual que las plantas, son inmóviles. Por último, se reproducen mediante esporas, que pueden compararse con las semillas de las plantas superiores.
¿Cómo se componen los hongos?
Los hongos no tienen tallos, raíces ni hojas y no tienen el sistema vascular -que lleva la linfa vital desde las raíces hasta el tronco y las ramas y hojas- típico de las plantas.
Como cualquier organismo vivo, están formados por un número indefinido de células, entendiendo por célula el sistema básico de estructura y funcionamiento de cualquier organismo vivo.
Todos conocemos un “cep”: pues bien, la parte principal del cuerpo del hongo no es la estructura grande, compacta y colorida con sombrero, tallo, etc. que observamos y recogemos como “seta”.
La parte principal del organismo fúngico está formada por una fina e intrincada red de filamentos blanquecinos, la mayoría de las veces invisibles a simple vista, que, partiendo de la base del tallo, se ramifican en el suelo y en la tierra de abajo, a veces a lo largo de varias decenas de metros.
Lo que se recoge como “seta” es la fructificación limitada y temporal de esa intrincada e invisible red de filamentos subterráneos llamada micelio, que por lo tanto puede compararse con un árbol, del que la seta es el fruto.
Los micelios forman complejos muy longevos, a veces casi perennes: en la naturaleza se han visto colonias de hongos que crecen continuamente durante más de 400 años y es probable que algunas puedan alcanzar la venerable edad de 1000 años. Teóricamente, es posible -en condiciones ideales- tener una cierta producción anual de hongos micelio.
Se trata, por tanto, del conjunto de los cuerpos fructíferos o “hongos” y de la red de filamentos subterráneos o “micelios” que conforman todo el cuerpo fúngico. El micelio está formado por filamentos individuales muy finos que tienen un diámetro de entre 0,0005 y 0,15 mm. (En micología, la micra, la milésima parte de un milímetro, se utiliza para medir detalles).
Características de los hongos.
Los filamentos individuales se denominan hifas miceliales, mientras que -como ya se ha señalado en el párrafo anterior- un conjunto de numerosas hifas se llama micelio. Las hifas no son más que simples sucesiones o multiplicaciones lineales de células que pueden, en teoría, extenderse indefinidamente, si no encuentran obstáculos o límites a su proliferación.
A continuación, pueden dividirse, gracias a determinadas células intermedias, dando lugar a otros filamentos ramificados que divergen de la hifa principal: con este mecanismo se multiplican y ramifican en todas las direcciones.
Sólo cuando se alcanzan múltiples haces de hifas se puede empezar a hablar de un verdadero y propio micelio y, finalmente, cuando varios micelios se fusionan y agrandan, nos encontramos con los llamados cordones miceliales, ya visibles a simple vista.
Es el momento en el que el micelio pasa de la fase vegetativa a la reproductiva: en los cordones miceliales se forman racimos parecidos a grandes bultos, a esbozos de setas, llamados tallos, que, a medida que crecen, adoptan sus formas típicas con tallo y sombrero.
Cuando el carpóforo o seta está completamente esbozado, tiene lugar el último acto: el hongo irrumpe en el suelo y sale a la superficie para terminar su desarrollo y madurar antes de alcanzar su verdadero objetivo, el de la reproducción, que tiene lugar con la liberación de millones y millones de esporas, las semillas de la reproducción fúngica.
Los distintos géneros y especies de hongos liberan sus esporas desde un aparato llamado himenio. En las Boletes, las esporas se liberan a través de los túbulos situados en la parte inferior del sombrero, mientras que en las Amanitas y otros géneros de Agaricaceae las esporas se desprenden de las caras de las branquias, que siempre están en la parte inferior del sombrero.