Física cuántica

El conocimiento es un tesoro de valor insuperable para el ser humano, teniendo en cuenta que sus bases, al estar bien sustentadas, permite el estudio de muchos factores asombrosos con capacidad de llegar a conclusiones lógicas. La revolución científica del siglo XX es una prueba más de que algunos elementos escapan de la intuición, como la Física cuántica.

Esta rama del saber estudia el mundo, a través de escalas muy pequeñas para recoger cada detalle bajo el más mínimo cuidado. Los experimentos científicos son su razón de ser porque la ciencia, a grosso modo, busca comprobar cada uno de sus hallazgos con grandes argumentos que jamás serán refutados por el pensamiento.

¿Qué es?

¿Recuerdas aquel debate histórico sobre el estado plano de la Tierra o que el sol gira a su alrededor? Por muchos años, el ser humano creyó con firmeza en esta teoría hasta que los científicos comenzaron un arduo trabajo para dilucidar si aquello era un mito o en efecto, una realidad indiscutible.

Cada concepto en la época fue asimilado con naturalidad porque, más allá de eso, no había alguna otra prueba contundente para creer en lo opuesto. Tal vez la Física cuántica sea una cátedra a estudiar cada día por los alumnos en un futuro inmediato.

La Física cuántica resume todas las teorías que analizan las partículas fundamentales de la Tierra. En otras palabras, se encarga de estudiar las partículas más minúsculas presentes, incluso si son menores a un átomo simple. El comportamiento de cada partícula subatómica es capaz de definir el por qué de muchos eventos naturales que ocurren en el planeta.

El Principio de incertidumbre de Heidelberg

Werner Heidelberg fue un genio del siglo anterior que operó con grandes trabajos, especialmente todas sus obras que dio a conocer a principio de los años 20. Inmediatamente, indicó que las leyes del universo cuántico eran totalmente distintas a lo que investigó la mente humana en aquel momento. Si es así, ¿Por qué mantener la forma de estudiar física que defendió Newton?

Jamás intentó medir la Física cuántica como otros colegas hicieron sin resultado alguno, aunque su intención principal fue medir todos sus alcances. Heidelberg llegó a una extraña conclusión con su estudio: era imposible descubrir cuál es la velocidad con que viaja una partícula junto a otra de manera simultánea.

Resulta paradójico este fundamento porque al apreciar más la velocidad exacta con que viaja una partícula, es un desconocimiento pleno de su propia naturaleza. La imprecisión con que se traslada la partícula A equivale a la imprecisión con que se desenvuelve la partícula B, si mantenemos la filosofía de un recorrido simultáneo.

Aunque es un estudio que a muchos parece incomprensible, al final Heidelberg fue un genio que aclaró no estudiar una misma propiedad en dos partículas en movimiento porque al apreciar la función de una, implica el desconocimiento de la otra. Ahora bien, su posición exacta en el espacio si es discutible, puesto que cumplen el mismo rol. Su velocidad si es un talón de Aquiles para nuevas generaciones.

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