Los sistemas de inteligencia artificial no son nuevos y, al igual que todo lo que se ha desarrollado en ciencia y tecnología, lleva toda una historia detrás. ¿Podemos crear un asistente pedagógico inteligente que sustituya al ser humano en la enseñanza?
El inventor húngaro Wolfgang von Kempelen construyó, a finales del siglo XVIII una máquina de juego de ajedrez muy novedosa para su época, mejor conocida como El Turco: un autómata que podía manejar con mucha habilidad una partida de ajedrez contra un jugador humano, incluso se dice que les ganó a jugadores famosos como Napoleón Bonaparte y Benjamín Franklin. Más tarde se descubrió que lo hizo sólo para impresionar a la emperatriz María Teresa I de Austria y que todo era parte de un engaño pues, la máquina, en realidad escondía a un experto operador de ajedrez humano que dirigía cada uno de sus movimientos. Por esto, más tarde fue comprado y exhibido a inicio del siglo XIX, llamando mucho la atención ya que la máquina consistía en un gabinete con un tablero de ajedrez y, en un extremo, el torso y cabeza del tamaño de una persona, con una barba y ojos grises, portando prendas otomanas y un turbante, es decir, un personaje con la vestimenta tradicional de un hechicero oriental. Es así como este hecho nos hace pensar en una metáfora reveladora de la robótica educativa y su relación con la inteligencia artificial que nos rodea cada vez más en nuestro mundo.
Por cualquier medio de información, escuchamos, leemos y vemos que la inteligencia artificial puede construir piezas de ensamble, realizar toda actividad mucho más rápido, construir edificios y hasta resolver el cambio climático, sin embargo, muchas veces nos olvidamos que al final, es un ser humano el que crea estos sistemas de inteligencia artificial para que logren esas hazañas, tal como el operador que dirigía cada uno de los movimientos del mecanismo de von Kempelen. Es común no darse cuenta de que los ingenieros, programadores y desarrolladores de software desaparecen tan sólo detrás del algoritmo creado.La razón por la que sucede esto es porque ahora vemos a muchos robots ejecutando tareas humanas que nunca serían necesarias si no hubiese sido por su exponencial crecimiento, y lo podemos ver con Shibuya Mirai, un personaje virtual con apariencia de un niño de 7 años que funciona como un programa informático autónomo con tareas concretas que imitan el comportamiento humano en la popular app asiática de mensajería llamada Line, y quien obtuvo la residencia oficial en Tokio, por el gobierno japonés. Esto quiere decir que estamos presenciando avances trascendentales en la inteligencia artificial y el aprendizaje automático, aún sin saber cómo funcionan los algoritmos en los que cada vez confiamos más.
Aún con lo anterior, hasta ahora, tanto la robótica como la inteligencia artificial, todavía están limitadas pues sólo pueden resolver una serie de tareas y aún hay muchos avances que realizar antes de que podamos asegurar que nos van a rebasar con completa autonomía. No obstante, es crucial regular el desarrollo tanto de las aplicaciones potenciales de inteligencia artificial como los cuerpos robóticos con perspectiva a futuro de superinteligencia.
Viéndolo desde una perspectiva didáctica, podemos ver en la Biblia la historia de la creación de Adán en donde Dios lo crea a partir de un material moldeable, lo programa y le da las primeras instrucciones que hacer en el mundo terrenal; incluso en la mitología hebrea, el Gólem fue creado con arcilla y reanimado para salvar a los habitantes de una ciudad judía; o bien, en la mitología griega, Ovidio de Pigmalión esculpió una figura femenina a la que se le dio vida para que él la amara; y así, podemos continuar con muchos ejemplos ya que a lo largo de la historia, ha sido una obsesión el sueño de crear una máquina que emule el comportamiento humano. Es por esto que, los esfuerzos dentro de la inteligencia artificial, han sido sobre cómo simular las capacidades de la inteligencia del cerebro humano y nos ha ayudado a comprender cómo se relacionan esas ideas con lo que actuamos, contribuyendo significativamente a la educación de este modo.
Ya hemos visto estos meses cómo se han producido cambios educativos sustanciales, entre ellos la migración a ecosistemas de aprendizaje virtual en donde los profesores deben afrontar la tarea de atender una amplia variedad de necesidades para garantizar la continuación del aprovechamiento escolar de todos los estudiantes. La inteligencia artificial puede ser una herramienta pedagógica ideal para facilitar la atención de los alumnos en todo momento, desde que aprenden los conceptos de ciencia y tecnología mediante juegos educativos, hasta respuestas sencillas a problemas complejos mediante la programación de robots y sistemas tecnológicos. Además, se puede aprovechar la profundización en temas particulares que antes no era posible sin dispositivos móviles ni herramientas de transmisión virtual, mediante la realización de investigaciones, o la construcción de secuencias y cursos didácticos, o práctica de actividades que permitan tener una mente plena para potenciar la creatividad e innovación de cada uno de los alumnos y, de forma paralela, optimizar las habilidades didácticas de los educadores.
Como seres humanos, fuimos creados con necesidades como la de comer, dormir y socializar, y desventajas como la realización de múltiples actividades con una memoria limitada que puede o no retener cierta información, lo cual nos hace menos competitivos a la hora de compararnos con un robot pedagógico con inteligencia artificial que no tenga problemas de horario al momento de impartir clases, que no se canse, que no presente comportamientos irracionales y pueda actualizar su base de datos con sólo conectarse a internet u otro medio de transmisión de información, lo cual no está lejos de nuestro alcance.
¿Veremos más robots que seres humanos en un futuro? Tal vez sí, tal vez no, pero lo que es seguro es que cada vez veremos más cómo extender la enseñanza con herramientas de inteligencia artificial, compartiendo los beneficios que nos brindan.