Los relámpagos siempre han sido fuente de asombro y admiración, pero durante mucho tiempo se pensó que eran místicos y no eléctricos. Sin embargo, la electricidad fue un importante tema de estudio en el siglo XIX, y la gente empezó a investigar su relación con los rayos, especialmente con la invención del pararrayos.
Antigüedad
En 1752, Benjamin Franklin realizó un famoso experimento que demostró que la electricidad y los rayos están relacionados. Hizo volar una cometa en una tormenta para probar la teoría de que los rayos son energía eléctrica. Si alguna vez te apetece que te caiga un rayo sólo por la ciencia, no lo intentes en casa… ¡ni en ningún otro sitio! Pero gracias a su trabajo, ahora sabemos que los rayos pueden utilizarse para fabricar cosas como pilas y luces eléctricas.
Además de ser un científico brillante, también fue un inventor que ayudó a desarrollar mejores formas de aprovechar la electricidad, como el pararrayos. Un pararrayos es un objeto situado en la parte superior de los edificios o torres (como las iglesias) que aleja la electricidad del objeto al que está unido cuando le cae un rayo, para que no destruya lo que hay debajo.
Época antigua
Si está familiarizado con la historia antigua, sabrá que los antiguos creían que el rayo era una manifestación de los dioses. Por ejemplo, en la mitología griega, era Zeus quien enviaba los rayos a la tierra. En la mitología romana, Júpiter era el responsable de este acto.
Sin embargo, ya en el año 200 a.C. había algunos pensadores que sugerían que los rayos no eran causados por la intervención divina, sino por acontecimientos naturales como la fricción del aire o el vapor de agua en la atmósfera.
Edad Media
No es de extrañar que los habitantes de la Edad Media no tuvieran un conocimiento completo del rayo. Sabían que era caliente y que podía causar fuego, pero no sabían qué lo causaba. La gente tenía muchas ideas diferentes sobre el porqué de los rayos.
En la antigua Grecia, Aristóteles creía que las nubes se frotaban entre sí para producir los rayos. También creía que la lluvia se producía por este motivo: el agua de las nubes se frotaba entre sí y producía fuego. Hipócrates (un famoso médico griego) dijo que pensaba que esto podía ser cierto porque un día, mientras caminaba por Atenas, vio unas violentas nubes negras colgando en el cielo. Dijo que parecía que iban a luchar entre sí, así que huyó de ellas tan rápido como pudo.
Algunos antiguos chinos creían que los truenos los hacían los demonios lanzándose piedras, mientras que otros creían que había dragones en el cielo que exhalaban bolas de fuego cuando se peleaban o se enfadaban entre ellos (como Zeus lanzando rayos). En el hinduismo se cuenta que Indra lanza flechas al espacio que vuelven a bajar hacia la Tierra en forma de rayos que golpean los árboles/rocas/etc., provocando incendios en la Tierra”.
Período moderno temprano
El pararrayos fue inventado a principios de la época moderna por Benjamin Franklin. El concepto del pararrayos era que podría canalizar y controlar la electricidad, convirtiéndola de una fuerza destructiva en algo útil. Además de ser un emocionante invento tecnológico, también se consideraba una forma de aprovechar el poder del rayo y utilizarlo para sus propios fines.
La idea de un pararrayos es sencilla: cuando hay una tormenta eléctrica en lo alto, se forma una corriente eléctrica entre las nubes y el suelo (o entre nube y nube). Cuando esto sucede, toda esa electricidad busca hacia la tierra para descargarse de forma segura a través de algo conductor como los objetos metálicos como los árboles o los edificios; esto significa que si estuvieras al aire libre durante estas condiciones podrías ser alcanzado por un rayo si no estuvieras protegido por algún tipo de conductor como los que proporciona la naturaleza con sus altos árboles o las estructuras hechas por el hombre como las chimeneas que desvían la energía a su alrededor utilizando barras de cobre dentro de ellas en lugar de atravesarlas directamente donde podrían causar daños como provocar incendios dentro de los edificios debido al sobrecalentamiento, etcétera…
Siglo XVIII
En el siglo XVIII se hicieron varios descubrimientos sobre los rayos. Un ingeniero francés llamado François Arago demostró que la energía eléctrica podía conducirse a través de objetos sólidos utilizando un gran trozo de cera para aislar su cuerpo del efecto del rayo. También demostró que haciendo un agujero en el recipiente de cera la carga eléctrica podía fluir a través de él, iluminando un cable unido al recipiente.
Bernard Forest de Belidor descubrió que si se ponen dos metales diferentes juntos en el agua, la electricidad fluye entre ellos, incluso si uno está sumergido bajo la superficie del otro. Este descubrimiento le llevó a crear una primera pila que tenía placas de zinc y cobre fijadas en los extremos opuestos de una varilla de hierro sumergida en agua acidulada (acidulada con zumo de limón). Cuando colocaba su dispositivo cerca de otro similar, de modo que ambos se tocaban a través de cables fijados a sus respectivas varillas, ¡creaban una corriente eléctrica entre ellos!
Benjamín Franklin hizo muchas contribuciones importantes a la comprensión de la ciencia del rayo también durante este período: en primer lugar, demostró mediante experimentos que los rayos eran realmente de naturaleza eléctrica; en segundo lugar, hizo algunas observaciones básicas sobre los lugares en los que los rayos caen con más frecuencia; en tercer lugar, inventó varios métodos para proteger los edificios de los daños causados por los rayos, como la instalación de varillas conductoras o la colocación de picos de metal en los tejados para que cualquier golpe golpeara en ellos en lugar de en el material del tejado; en cuarto lugar, desarrolló lo que hoy conocemos como “la ley de Franklin”, que establece: “La electricidad fluye desde las cargas positivas hacia las negativas”.
Siglo XIX
En el siglo XIX se hicieron muchos descubrimientos científicos. En esa época se descubrió que los rayos son electricidad. Este descubrimiento se produjo porque la gente intentaba encontrar formas de proteger sus casas y edificios de los daños causados por los rayos. Una forma de hacerlo fue inventando el pararrayos (una barra de metal colocada en la parte superior de un edificio). El pararrayos permitía que la electricidad subiera al cielo en lugar de atravesar la casa o el negocio si había una tormenta cerca. Además, la gente empezó a enviar mensajes a largas distancias mediante el telégrafo, que utilizaba la electricidad para enviar mensajes rápidamente entre ciudades muy alejadas unas de otras. Además, Alexander Graham Bell inventó dos cosas muy importantes en la vida cotidiana: el teléfono y la bombilla. Estos inventos ayudaron a la gente a conectarse con los demás a su alrededor más fácilmente, así como a ver mejor por la noche con las luces encendidas dentro de las casas en lugar de la luz del sol que entraba por las ventanas como antes del invento.
Los rayos siempre han sido un misterio y una fuente de asombro, pero durante mucho tiempo se pensó que eran algo místico y no eléctrico.
Sin embargo, la electricidad fue un importante tema de estudio en el siglo XIX, y la gente empezó a investigar su relación con los rayos, especialmente con la invención del pararrayos.
Ya en la antigüedad, el rayo ha sido una fuente de asombro y misterio. Sin embargo, en el siglo XIX, mucha gente empezó a descubrir que los rayos son energía eléctrica. Se produjo un gran avance cuando se descubrió que los pararrayos podían utilizarse para proteger los edificios de los daños causados por los rayos.
Conclusión
Hemos visto que la historia de nuestra comprensión del rayo es larga. Al principio, la gente pensaba que estaba relacionado con fuerzas sobrenaturales, pero más tarde llegaron a creer que era un fenómeno natural. Hoy sabemos que el rayo es una forma de electricidad que se produce cuando las cargas eléctricas se acumulan en las nubes y se descargan en forma de rayo que golpea la superficie de la Tierra. También sabemos más que nunca sobre las causas de los rayos gracias a los avances tecnológicos, como los satélites y las sofisticadas estaciones meteorológicas; sin embargo, estos nuevos métodos sólo nos informan de lo que ocurre después de que se haya producido un evento, en lugar de ayudarnos a predecir cuándo o dónde pueden producirse tales eventos de antemano.