cómo escribir ciencia-ficción y fantasía de orson scott card

Un escritor jamás puede entender quién va a leer uno de sus libros, pero de todas formas he hecho ciertas conjeturas sobre usted. Me imagino que todavía no es un escritor consolidado en el género de la ficción especulativa, o no habría que leer un libro sobre de qué manera escribirla. Con todo, tiene un genuino interés en redactar ciencia ficción o fantasía, no pues tenga la iniciativa de que es mucho más simple ganar un dinero en este campo (¡si tiene esa ilusión, abandónala al momento!), sino más bien mucho más próximamente pues considera que el género de historia que quiere redactar sería mejor recibida por el público experto en este género. Quisiera que lleve razón, por el hecho de que en varios sentidos es el más destacable público para el que se puede redactar en el mundo entero. Son leyentes capaces y de cabeza abierta. Desean meditar igual que sentir, comprender tanto como soñar. Por encima de todas las cosas, desean que se les conduzca a sitios donde absolutamente nadie estuvo antes. Es un privilegio poder contar historias a estos leyentes y un honor en el momento en que aplauden tus cuentos. Lo que no puedo llevar a cabo en un libro tan corto como este es mencionarle todo cuanto precisa entender para redactar ficción. Lo que sí puedo es contarle todo cuanto sé sobre redactar ficción especulativa particularmente. He escrito un libro sobre el tema de los individuos y el criterio, conque no necesito regresar a tocar estas cuestiones; ni procuraré enseñarle sobre la organización de tramas, el estilo, los diálogos, la mercadotecnia, las leyes de copyright o el resto cuestiones sobre las que los escritores de cualquier clase de ficción tienen que entender por lo menos algo. Lo que deseo es procurar explicarle las cosas de las que solo tienen que preocuparse los escritores de ficción especulativa: la creación de mundos, de sociedades extrañas, las reglas de la magia, la extrapolación estricta de probables futuros… Tareas superfluas para a un relato común de secreto o romántico. Para esto, he dividido el libro en cinco episodios de diferente longitud. El primero trata de los límites de la ficción especulativa; es un ensayo sobre lo que son la ciencia ficción y la fantasía, a fin de que se logre realizar un concepto del abanico de opciones que ya están y comprender la literatura anterior. El segundo capítulo, el mucho más largo, empieza con el trabajo práctico de la creación de mundos, quizás el paso más esencial en la elaboración de una aceptable historia especulativa. El tercer capítulo tiene que ver con la composición de un relato de ciencia ficción o fantasía: de qué manera transformar este planeta en una historia, o hallar que su crónica ande en ese planeta. Con el capítulo cuarto nos adentraremos en el desarrollo de escritura, con los inconvenientes de exposición y lenguaje que solo enfrentan los escritores de ficción especulativa. La sección primera del capítulo quinto aborda temas prácticos del negocio de vender ciencia ficción y fantasía, si bien convendría que verifique la legislación que existe en su país en el instante en que lee este libro antes de proseguir mis consejos, ya que es la sección que puede quedar obsoleta con mayor sencillez. Y asimismo en el capítulo quinto nos vamos a poner mucho más personales y le ofreceré ciertos avisos sobre de qué forma vivir de forma exitosa de redactar ciencia ficción y fantasía. No deseo decir que sepa de qué forma debe vivir su historia… pero en su instante cometí ciertos fallos verdaderamente visibles, después he visto de qué forma otros sumaban novedosas meteduras de pata, y si con unas observaciones le puedo eludir desazones, el ahínco va a haber valido la pena. [1] La frontera sin limites Corria 1975. Yo tenía 24 años. Las ingenuas ambiciones de la juventud comenzaban a verse matizadas por la verdad. Había escrito unos cuantos docenas de proyectos de teatro y mucho más de la mitad se habían representado en teatros comunitarios o universitarios… para darme una remuneración total de 300 dólares estadounidenses. A ese ritmo, calculé, debía redactar dieciséis proyectos terminadas cada semana para ganar diez.000 dólares americanos por año. Lo que no era dinero no entonces. Y yo era veloz, pero no tanto. Es mucho más, la compañía de teatro no lucrativo que había desarrollado se dirigía a la quiebra, con sus deudas asediándome. Mi trabajo como responsable de una editorial universitaria no me daba por vivir, no afirmemos para contemplar las deudas de la compañía. El único medio que conocía que me ofrecía alguna promesa de hallar un dinero plus era redactar… y se encontraba claro que debía hallar algo que redactar aparte de teatro. Había coqueteado con la ciencia ficción a lo largo de años, leyendo bastante, aun tratando redactar algún cuento. Por un tiempo en el final de mi adolescencia había trabajado aun en una secuencia de cuentos que proseguían el avance de una familia con capacidades psíquicas especiales, que procuraba sobrepasar su destino genético en una colonia planetaria. Entonces, con nuevo entusiasmo —¿o era desesperación?— desempolví lo destacado de todos, uno que había llegado a conseguir una amable contestación de un editor, y procedié a reescribirlo de principio a fin. Era la crónica de una lata trotamundos que tenía un don psíquico que se manifestaba de 2 formas: podía estar comunicado con los pájaros y podía sanar a los enfermos. En el momento en que volvía a su rincón natal, Worthing, una villa de aire medieval en las profundidades del Bosque de las Aguas, entraba en enfrentamiento con los campesinos por su trato a los pájaros; al final era acusado de una epidemia que se llevaba a varios vecinos a lo largo de una asoladora tormenta invernal, en relación lo mataban. Resumiendo, era la clase de alegre y entretenido contecle que he estado escribiendo desde ese momento. Mientras que reescribía «El calderero» disfrutaba al notar lo horrible que era la versión previo. Tras todo, si podía darme cuenta a los 24 de lo mala que era la historia que me había semejado tan refulgente a los 19, se podía sospechar que era pues había aprendido bastante los años pasados. Conque mecanograficé con enormes esperanzas la novedosa versión, la puse en un sobre y la envié a la gaceta Analog. ¿Por qué razón Analog? Pues entonces era la única gaceta de ciencia ficción que aparecía en Writer’s Market . En verdad, jamás había leído un número de la gaceta. Pero mi cuento era de ciencia ficción, y Analog era una gaceta de ciencia ficción. ¿Qué podía ser mucho más lógico que mandarla? El cuento volvió al cabo del tiempo con un rechazo. Pero había algo en la carta que le acompañaba que me incitó. Ben Bova, el directivo de Analog, me afirmaba que le agradaba de qué forma escribía y aguardaba ver mucho más historias mías. ¿Por qué razón rechazaba entonces El calderero? Por el hecho de que no era ciencia ficción. “Analog solo publica ciencia ficción”, afirmaba Ben, conque indudablemente una fantasía como “El calderero” sencillamente no encajaba. Era ofensivo… a priori. El calderero tenía poderes psíquicos, un mundo colonia, se desarrollaba más adelante lejano… Si esto no era ciencia ficción, ¿qué lo era? Hasta el momento en que repasé la historia con los ojos con los que Ben Bova debió verla. Él no conocía el resto historias del período. «El calderero» no incluía mención alguna a que su ámbito fuera un planeta colonizado por humanos, y no había nada alienígena en su paisaje. Podría realizarse en un pueblo inglés hacia el año 950.

Mi opinión

Estoy resuelta a finalizar mi tercera novela este verano, utilizando las vacaciones, conque tras leer los consejos sobre escritura de Stephen King, prosigo calentando motores con las expresiones de Orson Scott Card.

Este nombre, de esta manera en frío, quizá te permite como andas, pero si te digo que es el creador de El juego de Ender es posible que sepas de quién hablo.

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