El cientificismo es una palabra bastante extraña, pero con una gran relevancia en la actualidad. El cientificismo consiste en otorgar un mayor valor a la ciencia y sus conceptos, en comparación con otras ramas del saber o la cultura.
Un cientificista indicaría que la ciencia es la única fuente de conocimiento real, dejando de lado muchas otras ramas del conocimiento y que por lo general no tienen base científica sustentable.
Como premisa, el cientificismo indica que el método científico debe ser aplicado en todo aquello que se estudia, se investiga y se analiza. Y, al pasar por una estricta comprobación, el estudio o tema adquiere notoriedad y valor por tener base científica que lo sustenta.
¿Qué es el cientificismo?
El cientificismo tiene la visión de que las ciencias duras, como la química, la biología, la física, la astronomía, proporcionan el único conocimiento genuino de la realidad.
Como mínimo, este conocimiento científico es muy superior a lo que podemos saber de cualquier otra disciplina. Por ejemplo, la ética y la religión pueden ser aceptables, pero solo si se entiende que son subjetivas y consideradas como asuntos privados y de opinión.
Las conclusiones éticas y religiosas no pueden afirmarse como verdades científicas, ya que carecen de comprobación alguna y están provistas más de subjetividad y opinión, que en realidad de un conocimiento científico más concreto.
La revolución científica
Las raíces del cientificismo se remontan a principios del siglo XVII en Europa, una era que llegó a conocerse como la Revolución Científica. Un torrente de nuevos conocimientos durante el Renacimiento tardío, comenzó a desafiar la autoridad y las creencias de la época.
El inglés Francis Bacon, el francés René Descartes y el italiano Galileo Galilei, encabezaron un movimiento internacional que proclamaba una nueva base para el aprendizaje, lo que implicaba un escrutinio cuidadoso de la naturaleza en lugar del análisis de textos antiguos.
Descartes y Bacon
Descartes y Bacon usaron una retórica particularmente fuerte para crear espacio para sus nuevos métodos. Afirmaron que al aprender cómo funcionaba el mundo físico, podríamos convertirnos en “dueños y poseedores de la naturaleza”.
Al hacerlo, los humanos podrían superar el hambre a través de innovaciones en la agricultura, eliminar enfermedades a través de la investigación médica y mejorar drásticamente la calidad general de la vida, a través de la tecnología y la industria.
En última instancia, la ciencia salvaría a los humanos del sufrimiento innecesario y de sus tendencias autodestructivas.
A medida que este nuevo método encontró un gran éxito, el espectro del cientificismo comenzó a emerger.
Tanto Bacon como Descartes, elevaron el uso de la razón y la lógica al denigrar otras facultades humanas, como la creatividad, la memoria y la imaginación.
La clasificación de aprendizaje de Bacon degradó la poesía y la historia a un estatus de segunda clase.
Y, la interpretación de Descartes del universo entero como una máquina gigante, dejó poco espacio para las artes u otras formas de expresión humana.
En cierto sentido, la retórica de estos visionarios abrió grandes perspectivas nuevas para la investigación intelectual. Además, proponía un rango mucho más reducido de actividades humanas que se consideraban valiosas.