Una mañana en la escuela de Martín, su maestra, la señorita Laura, les dijo algo increíble. ¡Harían sus propios submarinos! Emocionado, Martín, el niño científico, fue el primero en preguntarle cómo lo harían.
— ¿Todos tienen los materiales que les pedí la clase pasada?
— Siiii…
— ¡Genial! Entonces iremos paso a paso para que puedan seguirme. ¡Yo también construiré uno junto a ustedes!
— Con la ayuda de una lapicera, deberán hacer dos pequeños agujeros en un lado de la botella.
Al igual que el resto de sus compañeros, tras observar cómo lo hizo su maestra, Martín repitió la acción que ella explicó.
— Ahora vamos a pegar con cinta adhesiva dos monedas del mismo lado para que pueda hundirse. Luego, de esta manera — dijo rodeando con plastilina una pajilla e introduciendola en la botella — sellaremos la boca de la botella para que no entre agua.
Con curiosidad, Martín siguió las instrucciones de su maestra. Estaba divirtiéndose pues, aquellas eran sus clases favoritas.
— ¿Alguna duda hasta aquí? — preguntó la señorita Laura amablemente.
Todos negaron con sus cabezas, ¡estaban listos para continuar!
— Muy bien, ahora colocaremos el submarino en nuestros baldes con agua para que se sumerja.
Cuando Martín y los demás niños pusieron sus creaciones en el agua, estos se hundieron rápidamente por el peso de las monedas.
— ¡Ya llegamos al últimos paso! Soplen en la pajilla y observen qué sucede — dijo la maestra.
Al enviar aire a la botella, ¡esta comenzó a flotar!
— ¡Está flotando! — exclamó Martín.
— Así es, ¿alguno se imagina por qué? — preguntó la mujer.
— ¿Porque soplamos? — preguntó una niña que estaba sentada cerca.
— ¡Muy bien! Eso es porque al soplar, el agua salió de la botella a través de los agujeros que hicimos antes. Los submarinos tienen unos tanques que se llenan de agua para sumergirse, pero cuando necesitan salir a la superficie, se les inyecta aire con mucha fuerza, como lo hicimos al soplar. De esta forma, el agua es expulsada de los tanques y el submarino puede subir.
Al llegar a casa, la mamá de Martín le preguntó al niño cómo le había ido. Alegre, él le contó que habían creado un submarino que funcionaba como los de verdad, ¡había sido una clase increíble!