Un día, el papá de Martín había regresado a casa con un objeto extraño.
— ¿Qué es eso, papá?
— Es un imán como los que tenemos en la heladera, sólo que es más grande.
El niño miró asombrado el objeto por su tamaño y se preguntó qué tipo de cosas podría atraer. ¿Sería capaz de arrastrar la reja de la entrada de su casa con eso?
— Hoy traje limaduras de hierro para que vamos un experimento — dijo el papá de Martín.
— ¿Qué vamos a hacer? — preguntó Martin emocionado.
— Vamos a dibujar con el imán.
El hombre dejó las virutas sobre una hoja en blanco y aunque en un comienzo Martín ni entendía muy bien cómo harían para dibujar con las virutas, pronto su padre le enseñó cómo.
— ¡Es genial! Arrastra las virutas como si fuera una fuerza invisible mágica — dijo el niño.
— ¡Magia? Bueno, es cierto que podría parecerlo, pero en realidad eso pasa porque la materia está hecha de átomos, y en cada uno hay electrones. Al pasar el imán cerca de objetos ferrosos como el hierro, atraemos a los electrones que están formando el magnetismo.
Luego su padre le mostró dos imanes más pequeños y los acercó al más grande. Mientras que uno se pegó de inmediato al gran imán, el otro no permitía que uno lo acercara.
— ¿Por qué no lo atrae, papá?
— Esto es porque lo está reprimiendo.
— ¿Repeliendo? — repitió Martin.
— Los imanes se repelen cuando enfrentas dos polos iguales mientras que se atraen si son diferentes. Por la orientación de los campos magnéticos generados en los polos — explicó su papá.
— ¿Campos magnéticos?
— Un campo magnético consiste en líneas imaginarias de flujo que surgen de mover o girar partículas eléctricamente cargadas.