Aventuras de Martín el científico (IX) Globos gaseosos

Una tarde, Martín y su papá estaban en el garaje inflando globos. Llevaban ya dos horas haciendo aquella forzosa tarea cuando Martín se sentó sobre una caja.

— ¿Qué pasa, hijo? ¿ Estás cansado? — preguntó su padre quien también necesitaba un descanso.

Inflar tantos globos era algo agotador. Se prometió que nunca sería un payaso, era demasiado trabajo hacer aquello todos los días.

— Sí, ¡tiene que haber otra forma! ¿No pueden inflarse solos? — preguntó el niño.

— Bueno… se pueden inflar con helio que es un tipo de gas pero para eso necesitaríamos una infladora y no tenemos una  — explicó su papá.

— ¿No hay otra manera? — preguntó Martín observando la bolsa de globos desganado.

En verdad quería darle un gran cumpleaños a su mamá, pero inflar todos esos globos era más difícil de lo que había parecido en un comienzo. Y, lo peor de todo, ¡aún quedaba media bolsa!

— Ahora que lo recuerdo, hay una forma más… científica de hacerlo — dijo el hombre.

— ¿De verdad? ¡Perfecto! ¿Cuál es, papá?

— Volvamos a la cocina, vamos a necesitar algunas cosas.

Por suerte para ambos, el papá de Martín había convencido a la mamá de que saliera a tomar un café con sus amigas de manera de que padre e hijo ganaran tiempo para preparar la fiesta sorpresa. El niño incluso se había tomado el trabajo de fingir que no recordaba que era su cumpleaños, a pesar de que no le gustaba ver a su mamá triste, para que la sorpresa fuera aún mayor.

— Bien, esto es una búsqueda del tesoro. Para nuestro experimento vamos a necesitar vinagre, una botella vacía, bicarbonato de sodio y un embudo. ¿Estás listo, hijo?

— ¡Entonces el que encuentre más tesoros gana! — exclamó Martín.

Ambos recorrieron la cocina lo más rápido que pudieron en busca de los diferentes materiales.El primero en encontrar uno de ellos fue el papá de Martín, ¡había sacado el vinagre de la alacena en un abrir y cerrar de ojos!

Sin embargo, el niño no se quedó atrás. Él corrió hasta su habitación y encontró el embudo de su laboratorio Estando empatados quedaban sólo dos objetos. Pero también muchas dudas, ¿dónde habría guardado su mamá el bicarbonato de sodio? Ambos buscaron y buscaron hasta que por fin, ¡Martín encontró una cajita cuya etiqueta decía el nombre del compuesto! Ya sólo les faltaba la botella vacía. Aquello definiría si empataban dos a dos o si Martín ganaba la búsqueda del tesoro.

Ambos tuvieron la misma idea, ¡el bote de reciclaje! Corrieron lo más rápido que pudieron hasta que…, ¡ambos agarraron la botella al mismo tiempo!

— Es un empate — dijo Martín alegre.

— De acuerdo, es hora del experimento — dijo su padre.

Cuando los dos regresaron al garaje, su papá dijo:

— Lo primero que tienes que hacer es echar vinagre en la botella vacía, con ayuda de un embudo. Pero ten cuidado sólo hay que llenar un tercio de la botella.

El niño siguió las instrucciones y volcó el vinagre dentro de la botella deteniéndose antes de llegar a la mitad.

— ¿Qué sigue? — preguntó Martín aún sin imaginarse cómo una botella con vinagre sería útil para inflar un globo.

— Ahora, coge el globo, y con ayuda del embudo vierte bicarbonato sódico dentro. Más o menos, hasta que llenes mitad del globo.

Martín estiró la boca del globo y la puso sobre el embudo. De esa manera era mucho más fácil meter el bicarbonato dentro.

— ¿Ya está? ¿Cómo va a inflar esto al globo? — preguntó el niño.

— Es el momento de que lo descubras — dijo su padre en un tono de voz misterioso —. Tienes que unir la boca del globo a la botella y dejar que el bicarbonato caiga dentro de esta.

Martín hizo lo que su papá le dijo y algo increíble sucedió. Como por arte de magia, ¡el globo se infló!

— ¿Por qué pasó eso? — dijo Martín sorprendido.

— Al entrar en contacto con el vinagre, el bicarbonato genera un gas que infla el globo. Cuando veas que la mezcla generada por el vinagre y el bicarbonato ya no hace espuma, es el momento de que retiremos el globo.

— ¡Es asombroso! — exclamó el niño.

En aquél momento, Martín pensó que las reacciones químicas jamás dejarían de sorprenderle. Finalmente, gracias a sus nuevos globos rellenos de gas, su mamá tuvo una fiesta increíble llena de globos de todos los colores imaginables. Y todo eso, ¡sin siquiera tener que soplar para inflarlos!

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