A medida que los días pasaban, los experimentos de Martín no hacían más que crecer y crecer. Su habitación se había convertido en un pequeño laboratorio y se la pasaba observando todo lo que lo rodeaba. Ese día, era el cumpleaños del niño y desde afuera los invitados que iban llegando escuchaban todo el bullicio de los compuestos químicos. Cuando sus primos Sol y Mateo pasaron por el pasillo, se asomaron a observar qué ocurría adentro.
— ¿Qué haces, Martín? — preguntó sol mirando a su primo.
— ¡Estoy estudiando las densidades!
— ¿Las qué? — repitió Mateo, confundido.
— Las densidades, miren este tarro — dijo Martín mostrándoles su más reciente experimento.
Él había llenado el frasco con diferentes productos de distintas densidades. Primero había puesto el más pesado que era la miel, luego aceite y finalmente agua; obteniendo tres franjas, una de de cada uno.
— ¡No se mezclaron! — dijo Sol asombrada.
— ¡Exacto! Este es el proyecto amarillo, pero si quieren podemos hacer otros con diferentes colores.
— ¡Yo quiero intentarlo! — exclamó Mateo agarrando uno de los frascos vacíos de Martín —. El mío va a ser el proyecto azul.
— ¡Yo quiero hacer proyecto rojo! — gritó Sol corriendo hacia la cocina a buscar el ketchup.
— Recuerden que tienen que hacerlo del más denso al menos denso para que queden bien — dijo Martin feliz de poder compartir sus nuevos descubrimientos con sus primos.
¡Aquél estaba siendo el mejor cumpleaños que un científico pudiera desear!
Más tarde, la mamá de Martín les ofreció helado a los tres niños. Ellos comenzaron a comerlos mientras charlaban animadamente pero al cabo de un rato, Sol miró el suyo con tristeza.
— Se me derritió mi helado — dijo ella —, voy a tener que comprar otro.
— No es necesario, tu helado puede volver a congelarse, ¡sólo lo tenemos que poner en el congelador y listo!
— ¿Pero no va a ser menos delicioso?
— No, el sabor será el mismo. Tu helado presentó un cambio físico pasando de sólido a líquido pero la composición sigue siendo la misma. Los ingredientes con los que fue hecho no cambian.
— ¿Qué es un cambio físico? — preguntó Mateo interesado.
— Un cambio es físico si después de los procesos a los que someten los materiales estos continúan con la misma composición. Por ejemplo, cuando el agua se convierte en hielo, ¡es un cambio físico! — explicó Martín.
— ¡Es increíble! — exclamó Mateo.
— Intentémoslo, quiero ver si mi helado puede regresar a como era antes — dijo Sol emocionada.
Ellos pusieron el helado derretido de sol en un recipiente y lo dejaron en el congelador por media hora mientras se fueron a jugar al jardín con el cachorro de Martín, Odie.
Cuando regresaron, ¡el helado estaba como nuevo!
— ¡Es como una máquina del tiempo! ¡Gracias, Martín! — exclamó Sol asombrada.
— ¿Entonces, después de los cambios físicos, las cosas siempre pueden volver a como estaban antes? — preguntó Mateo.
— No siempre es así, hay cambios físicos que no pueden deshacerse como cuando cortamos un pedazo de madera. La composición seguirá siendo la misma pero va a ser mucho más difícil que vuelva a volver a la normalidad.
Ya casi era la hora de la cena cuando la mamá de Martín dijo avergonzada que se le quemó la tarta e iban a salir a comprar una nueva.
— ¿Eso no es un cambio físico? ¿Y si la mete al congelador? — sugirió Sol al ver las partes quemadas de la tarta.
— No, Sol. La mayoría de los cambios físicos son reversibles pero esto es un cambio químico. Los cambios químicos son mucho más complicados.
— ¿Por qué? — preguntó ella.
— Los cambios químicos siempre forman sustancias nuevas y cambian a los componentes originales. Algo que sucede durante algunos cambios químicos es la liberación de gases en forma de vapor, por ejemplo como cuando se quema algo — explicó Martín.
— Es verdad, hay vapor en todas partes y huele a quemado, ¡es un cambio químico! — dijo Mateo.